EL COSTO Y PRECIO DE NUESTRA REGENERACIÓN
EL COSTO Y PRECIO DE NUESTRA REGENERACIÓN.
Todos los sufrimientos de Cristo fueron el resultado del hecho de haber tomado el lugar de los pecadores en forma vicaria.
Nadie pudo sentir lo penetrante del dolor, la pena y el mal moral como lo sintió Jesús. Generalmente, lo que más se conoce es que Dios hizo caer sobre Jesús nuestras iniquidades y nuestras enfermedades (como un diluvio); sin embargo, debemos conocer otras aflicciones en la vida de Jesús, tales como el Getsemaní, la tortura romana, el Gólgota; que formaron parte de su sacrificio redentor.
Vamos a comenzar a narrar los padecimientos de Jesús paso a paso para que podamos crear conciencia con respecto al costo que tuvo nuestra Salvación. Comencemos con el Getsemaní.
Getsemaní:
Era una pequeña propiedad cercada, un huerto entre árboles y frutales y varios arbustos, se encontraba al pie del monte de los Olivos. Este término etimológicamente significa: “prensa de aceite”.
En el Getsemaní, Jesús comenzó a sentir una agonía psíquica hasta el punto que exclamó: “Mi alma está triste hasta la muerte”.
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera, entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte;…” (Mateo.26:36.38).
Según el texto original, lo que realmente Jesús expresó fue: “Tengo una tristeza que me está causando la muerte”.
En cuanto a su agonía, podemos resaltar lo siguiente.
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní,… y comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera,…”
(Mateo 26:36.38).
“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44).
El término agonía del griego es: “Agonía” que indica: Una extrema tensión emocional y tiene que ver con el área síquica que radica en el alma.
Según el relato de Hebreos 5:7, Cristo lloró y gimió con gran clamor y súplica.
Algunos historiadores alegan que Cristo oró en la forma más humillante como lo hacía todo judío; se postraba sobre sus pectorales y su rostro en tierra hasta transpirar el polvo.
Era tanta la agonía por la que Jesús pasaba, que su oración fue: “Si es posible pasa de mí esta copa”.
Cuando en realidad lo que Jesús dijo según lo escrito en el original fue: “Si hay otra forma de redimir al hombre, vamos a buscarla, porque lo que viene es duro”.
Tanto fue el sufrimiento producido por esta agonía que la Biblia describe su sudor “como grandes gotas de sangre”.
Cabe resaltar y tomar en cuenta que el término utilizado para “gotas de sangre”, es “Thromboi – haimatos”, lo que indica una sangre espesa coagulada.
La historia médica registra algunos casos donde la intensa agonía psíquica se ha visto acompañada de la transpiración de sangre producto de la ruptura de vasos sanguíneos como consecuencia de la presión sanguínea por una subida de tensión.
El comentarista bíblico Matthew Henry destaca que Lucas se refiere al sudor de sangre, después de la llegada del ángel para confortar a Jesús. Lo que nos permite ver que este sudor fue efecto de una reacción tremenda, por la que la sangre, que se había retirado al corazón, como ocurre en todos los casos de pavor, al agudizarse el clímax de la agonía con la compensación de las palabras del ángel, se vino un tremendo rebote hacia la periferia, haciendo saltar las plaquetas y colándose finalmente a través de la epidermis, y producir la sudoración de sangre, conocido en la medicina como: “hemohidrosis o hematridosis”.
Para mayor credibilidad, debo resaltar que Lucas, quien hace registro de este acontecimiento y de los sufrimientos de Jesús, fue un medico reconocido como uno de los mejores en época, dato que en el estudio de la Cristología no se debe pasar por alto.
Después de pasar por la agonía en el Getsemaní, Jesús pasó por el juicio de los hombres. Trasnochado, con hambre, cansado, lo llevan ante el Sumo Sacerdote, posteriormente es llevado ante Pilatos, éste lo remite a Herodes, después es devuelto a Pilatos, luego es presentado ante el pueblo, donde se toma la decisión de soltar a Barrabás y crucificarlo; después de haberlo sometido a una caminata de cuatro kilómetros aproximadamente de una parte a otra, es sometido al acto de flagelación.
La flagelación:
Según la Ley, antes de toda crucifixión era obligatorio flagelar al reo. Solamente se exceptuaban de esta práctica a las mujeres, a los senadores y a los soldados romanos.
El instrumento de flagelación era un látigo corto llamado “Flagrum” o “Flagelum”, con varios apéndices o correas de cuero de distintas extensiones a los que se les amarraban en el final, pequeñas bolas de hierro y/o hueso de oveja intercalados.
La víctima era despojada de su ropa, sus manos eran atadas hacia arriba a un poste; espalda, glúteos, muslos y piernas eran flagelados por dos soldados, que colocados a ambos lados de la persona se alternaban en los azotes.
Debemos tomar en cuenta que quienes flagelaron a Jesús eran verdugos, hombres especializados en la materia, con una mente cauterizada, sin estado de conciencia; ellos tiraban el látigo hasta partir el alma de una forma indolente.
El daño infligido por los azotes dependía de donde se colocaran los verdugos. El propósito de las flagelaciones no era causar la muerte, sino torturar para que muriera a largo plazo en la cruz; por esta causa, el verdugo debía tener cuidado de aplicar el castigo en las zonas del cuerpo más propicias para las flagelaciones.
No debían dirigirse a la cabeza, estómago, ni hígado (esto es en el costado derecho), como tampoco a los testículos. Esto indica que las flagelaciones dadas a Jesús, cayeron sobre un mismo lado de sus espaldas y glúteos. Además, los pedazos de metal o huesos que estaban a los extremos, al caer sobre la humanidad de Jesús, producían profundas contusiones y heridas hasta rasgar la carne.
Tomando en cuenta que a Jesús no lo flagelaron los judíos sino los romanos, podemos deducir que no le dieron cuarenta latigazos, sino ciento veinte, esto es, tres veces cuarenta.
La corona de espina:
Agregado a esto, le colocaron una corona de espinas sobre la cabeza, una de las partes más sensibles del ser humano. La corona que colocaron sobre Jesús, no era en forma de circunferencia, sino que era especie como de casco, lo deducimos porque la Biblia dice que al golpear sobre la corona con una vara hundían más las espinas, cosa que no es posible si la corona hubiese sido circunferencia. Para complementar la tortura, las espinas tenían la propiedad de succionar la carne, se adherían al cuero cabelludo produciendo un intenso dolor de cabeza, conocido en la medicina como “migraña aguda”.
Desde el sentido espiritual, la corona colocada sobre Jesús encierra unas verdades que pocos la han captado. Todo por lo que el redentor pasó tiene un significado y cumplimiento profético y la corona no escapa a esta verdad.
Cuando el hombre desobedeció en el Huerto del Edén, dice la Biblia que: Dios hizo brotar cardos y espinas de la tierra en señal de maldición. Según esta verdad, al colocar la corona de espina sobre la cabeza de Jesús, lo estaban coronando de maldición para que nosotros llevásemos la corona de bendición.
Las Escrituras demuestran que la espina es símbolo o tipo de maldición.
“…; maldita será la tierra por tu causa;… Espinos y cardos te producirá,…” (Génesis 3:17.18).
“Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida,…” (Hebreos 6:7.8).
Camino al Gólgota:
La severidad de la flagelación con su intenso dolor y la gran pérdida de sangre, debió dejar a Jesús en un estado de pre-shock. El abuso mental y físico cometido con Jesús por parte de judíos y romanos, así como la falta de alimento, de agua y cargado de sueño, contribuyeron a debilitar físicamente a Jesús; por lo tanto desde el punto de vista médico, sus condiciones físicas antes de la crucifixión, debieron ser extremadamente críticas y comprometidas.
La crucifixión:
La crucifixión era el peor de los sufrimientos y la peor tortura que podía padecer un hombre; era reservado para los esclavos, extranjeros, revolucionarios y criminales más viles. En este caso Jesús fue contado entre uno de ellos.
La costumbre en los tiempos de Jesús era que el condenado a la pena capital bajo la crucifixión, debía cargar su propia cruz desde el sitio de la flagelación hasta el de la crucifixión fuera de los muros de la ciudad. Jesús entonces caminó medio kilómetro, aproximadamente.
Debemos aclarar que Jesús no cargó una cruz como lo expresa el texto sagrado, la traducción bíblica dice cruz pero el término que aparece del griego es “Estaurom”, lo cual indica un madero. El Estaurom era clavado en forma horizontal sobre un madero que estaba en forma vertical en el Gólgota, cuyo nombre era el “Patibulum”; clavando el Estaurom sobre el Patibulum se formaba una cruz.
El madero o estaurom que Jesús cargó tenía un peso aproximado de 140 kilos. Al llegar al sitio de la crucifixión el reo era colocado sobre el madero (Estaurom), tendido en el suelo. Las manos podían ser amarradas o clavadas; en el caso de Jesús fueron clavadas.
Según algunas investigaciones, los clavos eran generalmente colocados con mayor preferencia en las muñecas y no en las palmas de las manos, porque a causa del peso corporal, las manos se rasgaban y el cuerpo no se mantenía en la cruz.
De acuerdo con todas las pruebas científicas, los clavos de hierro eran introducidos entre los huesos llamados carpo y radio, o entre el espacio de los huesos carpo y sus ligamentos muchas veces sin quebrar los huesos, produciendo intenso dolor al atravesar los músculos, ligamentos y el nervio mediano, lo que produce parálisis de una porción de la mano, disminución de la circulación de la sangre, isquemia, contracciones dolorosas y calambres.
Debemos tomar en cuenta que los clavos eran cuadrados con la punta roma y medían aproximadamente de ocho a trece centímetros de largo por un centímetro de diámetro. Para clavar los pies, se hacía sobre el apoyo usado para esto, atravesándolos con un clavo de hierro que pasaba entre el primer y segundo espacio metatarsiano, en el lugar justo de la unión del metatarso. Esto producía la perforación del nervio pedio (rama del tibial anterior), y las ramificaciones profundas del tibial posterior (el plantar interno y el plantar externo), los cuales podrían haber sido dañados también por el clavo, produciendo intenso dolor y dificultad al tratar de apoyarse.
Aunado a esto, para fijar la espalda del crucificado al madero se dislocaban las coyunturas que están a la altura del brazo con el omoplato, produciendo separación de las extremidades con intensos dolores; esto lo hacían fijando una de las manos al madero con un clavo, y del otro extremo con una cuerda se ataba la otra mano por la muñeca haciendo presión en sentido contrario, halando hasta causar la dislocación.
Su respiración:
El peor efecto pato-fisiológico de la crucifixión iba más allá, era la marcada interferencia con la respiración normal, especialmente en la exhalación (cuando se expulsa el aire). El peso del cuerpo tendiendo hacia abajo, hace que se estrechen o se contraigan los músculos intercostales presentándose dolores, calambres musculares, fatiga y dificultad para respirar.
Para evitar o amortiguar un poco el dolor, el reo tomaba la determinación de apoyarse sobre sus piernas y suspender el cuerpo, mantenerlo suspendido hasta que se produjera la inhalación y la exhalación. En el caso de Jesús tuvo que hacer el mismo ejercicio por seis horas para evitar el intenso dolor... ¡Él no era la excepción!
Causa de su muerte:
Varias fueron las causas de su muerte. Las más probables eran el shock hipovolémico (falta de sangre), asfixias, la deshidratación, arritmias inducidas por el stress, congestionamiento del corazón con líquido en el pericardio y en la pleura; a esto se añaden fallas cardiorrespiratorias.
Sin embargo, lo importante del caso no es determinar con precisión patológica la causa de la muerte de Jesús, sino las condiciones en las cuales murió, por quién murió y cuál fue el costo de su muerte.
El juicio de Dios sobre Jesús
Después de haber pasado por el juicio de los hombres y el maltrato físico por las trompadas, las flagelaciones y la corona de espinas, causando hinchazones y hematomas, desfigurando su rostro, demacrando su parecer hasta el punto que causaba terror a la gente cuando iban a verlo en la cruz (los que lo veían, apartaban el rostro a causa del asombro por su parecer desfigurado); Dios lo abandonó totalmente en la cruz, el cielo se oscureció como señal del repudio de Dios al ver a Su Hijo en la condición que estaba por haber puesto sobre Él la maldición que incluye la muerte, la enfermedad, la miseria; producto del pecado que cayó sobre Él.
Luego desciende a los infiernos tres días y tres noches a ocupar nuestro lugar, de donde Dios lo levantó.
E-mail: meejesussoberano77@hotmail.com /www.reformafm.net
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Venezuela-Maracaibo-Zulia
Todos los sufrimientos de Cristo fueron el resultado del hecho de haber tomado el lugar de los pecadores en forma vicaria.
Nadie pudo sentir lo penetrante del dolor, la pena y el mal moral como lo sintió Jesús. Generalmente, lo que más se conoce es que Dios hizo caer sobre Jesús nuestras iniquidades y nuestras enfermedades (como un diluvio); sin embargo, debemos conocer otras aflicciones en la vida de Jesús, tales como el Getsemaní, la tortura romana, el Gólgota; que formaron parte de su sacrificio redentor.
Vamos a comenzar a narrar los padecimientos de Jesús paso a paso para que podamos crear conciencia con respecto al costo que tuvo nuestra Salvación. Comencemos con el Getsemaní.
Getsemaní:
Era una pequeña propiedad cercada, un huerto entre árboles y frutales y varios arbustos, se encontraba al pie del monte de los Olivos. Este término etimológicamente significa: “prensa de aceite”.
En el Getsemaní, Jesús comenzó a sentir una agonía psíquica hasta el punto que exclamó: “Mi alma está triste hasta la muerte”.
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera, entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte;…” (Mateo.26:36.38).
Según el texto original, lo que realmente Jesús expresó fue: “Tengo una tristeza que me está causando la muerte”.
En cuanto a su agonía, podemos resaltar lo siguiente.
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní,… y comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera,…”
(Mateo 26:36.38).
“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44).
El término agonía del griego es: “Agonía” que indica: Una extrema tensión emocional y tiene que ver con el área síquica que radica en el alma.
Según el relato de Hebreos 5:7, Cristo lloró y gimió con gran clamor y súplica.
Algunos historiadores alegan que Cristo oró en la forma más humillante como lo hacía todo judío; se postraba sobre sus pectorales y su rostro en tierra hasta transpirar el polvo.
Era tanta la agonía por la que Jesús pasaba, que su oración fue: “Si es posible pasa de mí esta copa”.
Cuando en realidad lo que Jesús dijo según lo escrito en el original fue: “Si hay otra forma de redimir al hombre, vamos a buscarla, porque lo que viene es duro”.
Tanto fue el sufrimiento producido por esta agonía que la Biblia describe su sudor “como grandes gotas de sangre”.
Cabe resaltar y tomar en cuenta que el término utilizado para “gotas de sangre”, es “Thromboi – haimatos”, lo que indica una sangre espesa coagulada.
La historia médica registra algunos casos donde la intensa agonía psíquica se ha visto acompañada de la transpiración de sangre producto de la ruptura de vasos sanguíneos como consecuencia de la presión sanguínea por una subida de tensión.
El comentarista bíblico Matthew Henry destaca que Lucas se refiere al sudor de sangre, después de la llegada del ángel para confortar a Jesús. Lo que nos permite ver que este sudor fue efecto de una reacción tremenda, por la que la sangre, que se había retirado al corazón, como ocurre en todos los casos de pavor, al agudizarse el clímax de la agonía con la compensación de las palabras del ángel, se vino un tremendo rebote hacia la periferia, haciendo saltar las plaquetas y colándose finalmente a través de la epidermis, y producir la sudoración de sangre, conocido en la medicina como: “hemohidrosis o hematridosis”.
Para mayor credibilidad, debo resaltar que Lucas, quien hace registro de este acontecimiento y de los sufrimientos de Jesús, fue un medico reconocido como uno de los mejores en época, dato que en el estudio de la Cristología no se debe pasar por alto.
Después de pasar por la agonía en el Getsemaní, Jesús pasó por el juicio de los hombres. Trasnochado, con hambre, cansado, lo llevan ante el Sumo Sacerdote, posteriormente es llevado ante Pilatos, éste lo remite a Herodes, después es devuelto a Pilatos, luego es presentado ante el pueblo, donde se toma la decisión de soltar a Barrabás y crucificarlo; después de haberlo sometido a una caminata de cuatro kilómetros aproximadamente de una parte a otra, es sometido al acto de flagelación.
La flagelación:
Según la Ley, antes de toda crucifixión era obligatorio flagelar al reo. Solamente se exceptuaban de esta práctica a las mujeres, a los senadores y a los soldados romanos.
El instrumento de flagelación era un látigo corto llamado “Flagrum” o “Flagelum”, con varios apéndices o correas de cuero de distintas extensiones a los que se les amarraban en el final, pequeñas bolas de hierro y/o hueso de oveja intercalados.
La víctima era despojada de su ropa, sus manos eran atadas hacia arriba a un poste; espalda, glúteos, muslos y piernas eran flagelados por dos soldados, que colocados a ambos lados de la persona se alternaban en los azotes.
Debemos tomar en cuenta que quienes flagelaron a Jesús eran verdugos, hombres especializados en la materia, con una mente cauterizada, sin estado de conciencia; ellos tiraban el látigo hasta partir el alma de una forma indolente.
El daño infligido por los azotes dependía de donde se colocaran los verdugos. El propósito de las flagelaciones no era causar la muerte, sino torturar para que muriera a largo plazo en la cruz; por esta causa, el verdugo debía tener cuidado de aplicar el castigo en las zonas del cuerpo más propicias para las flagelaciones.
No debían dirigirse a la cabeza, estómago, ni hígado (esto es en el costado derecho), como tampoco a los testículos. Esto indica que las flagelaciones dadas a Jesús, cayeron sobre un mismo lado de sus espaldas y glúteos. Además, los pedazos de metal o huesos que estaban a los extremos, al caer sobre la humanidad de Jesús, producían profundas contusiones y heridas hasta rasgar la carne.
Tomando en cuenta que a Jesús no lo flagelaron los judíos sino los romanos, podemos deducir que no le dieron cuarenta latigazos, sino ciento veinte, esto es, tres veces cuarenta.
La corona de espina:
Agregado a esto, le colocaron una corona de espinas sobre la cabeza, una de las partes más sensibles del ser humano. La corona que colocaron sobre Jesús, no era en forma de circunferencia, sino que era especie como de casco, lo deducimos porque la Biblia dice que al golpear sobre la corona con una vara hundían más las espinas, cosa que no es posible si la corona hubiese sido circunferencia. Para complementar la tortura, las espinas tenían la propiedad de succionar la carne, se adherían al cuero cabelludo produciendo un intenso dolor de cabeza, conocido en la medicina como “migraña aguda”.
Desde el sentido espiritual, la corona colocada sobre Jesús encierra unas verdades que pocos la han captado. Todo por lo que el redentor pasó tiene un significado y cumplimiento profético y la corona no escapa a esta verdad.
Cuando el hombre desobedeció en el Huerto del Edén, dice la Biblia que: Dios hizo brotar cardos y espinas de la tierra en señal de maldición. Según esta verdad, al colocar la corona de espina sobre la cabeza de Jesús, lo estaban coronando de maldición para que nosotros llevásemos la corona de bendición.
Las Escrituras demuestran que la espina es símbolo o tipo de maldición.
“…; maldita será la tierra por tu causa;… Espinos y cardos te producirá,…” (Génesis 3:17.18).
“Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida,…” (Hebreos 6:7.8).
Camino al Gólgota:
La severidad de la flagelación con su intenso dolor y la gran pérdida de sangre, debió dejar a Jesús en un estado de pre-shock. El abuso mental y físico cometido con Jesús por parte de judíos y romanos, así como la falta de alimento, de agua y cargado de sueño, contribuyeron a debilitar físicamente a Jesús; por lo tanto desde el punto de vista médico, sus condiciones físicas antes de la crucifixión, debieron ser extremadamente críticas y comprometidas.
La crucifixión:
La crucifixión era el peor de los sufrimientos y la peor tortura que podía padecer un hombre; era reservado para los esclavos, extranjeros, revolucionarios y criminales más viles. En este caso Jesús fue contado entre uno de ellos.
La costumbre en los tiempos de Jesús era que el condenado a la pena capital bajo la crucifixión, debía cargar su propia cruz desde el sitio de la flagelación hasta el de la crucifixión fuera de los muros de la ciudad. Jesús entonces caminó medio kilómetro, aproximadamente.
Debemos aclarar que Jesús no cargó una cruz como lo expresa el texto sagrado, la traducción bíblica dice cruz pero el término que aparece del griego es “Estaurom”, lo cual indica un madero. El Estaurom era clavado en forma horizontal sobre un madero que estaba en forma vertical en el Gólgota, cuyo nombre era el “Patibulum”; clavando el Estaurom sobre el Patibulum se formaba una cruz.
El madero o estaurom que Jesús cargó tenía un peso aproximado de 140 kilos. Al llegar al sitio de la crucifixión el reo era colocado sobre el madero (Estaurom), tendido en el suelo. Las manos podían ser amarradas o clavadas; en el caso de Jesús fueron clavadas.
Según algunas investigaciones, los clavos eran generalmente colocados con mayor preferencia en las muñecas y no en las palmas de las manos, porque a causa del peso corporal, las manos se rasgaban y el cuerpo no se mantenía en la cruz.
De acuerdo con todas las pruebas científicas, los clavos de hierro eran introducidos entre los huesos llamados carpo y radio, o entre el espacio de los huesos carpo y sus ligamentos muchas veces sin quebrar los huesos, produciendo intenso dolor al atravesar los músculos, ligamentos y el nervio mediano, lo que produce parálisis de una porción de la mano, disminución de la circulación de la sangre, isquemia, contracciones dolorosas y calambres.
Debemos tomar en cuenta que los clavos eran cuadrados con la punta roma y medían aproximadamente de ocho a trece centímetros de largo por un centímetro de diámetro. Para clavar los pies, se hacía sobre el apoyo usado para esto, atravesándolos con un clavo de hierro que pasaba entre el primer y segundo espacio metatarsiano, en el lugar justo de la unión del metatarso. Esto producía la perforación del nervio pedio (rama del tibial anterior), y las ramificaciones profundas del tibial posterior (el plantar interno y el plantar externo), los cuales podrían haber sido dañados también por el clavo, produciendo intenso dolor y dificultad al tratar de apoyarse.
Aunado a esto, para fijar la espalda del crucificado al madero se dislocaban las coyunturas que están a la altura del brazo con el omoplato, produciendo separación de las extremidades con intensos dolores; esto lo hacían fijando una de las manos al madero con un clavo, y del otro extremo con una cuerda se ataba la otra mano por la muñeca haciendo presión en sentido contrario, halando hasta causar la dislocación.
Su respiración:
El peor efecto pato-fisiológico de la crucifixión iba más allá, era la marcada interferencia con la respiración normal, especialmente en la exhalación (cuando se expulsa el aire). El peso del cuerpo tendiendo hacia abajo, hace que se estrechen o se contraigan los músculos intercostales presentándose dolores, calambres musculares, fatiga y dificultad para respirar.
Para evitar o amortiguar un poco el dolor, el reo tomaba la determinación de apoyarse sobre sus piernas y suspender el cuerpo, mantenerlo suspendido hasta que se produjera la inhalación y la exhalación. En el caso de Jesús tuvo que hacer el mismo ejercicio por seis horas para evitar el intenso dolor... ¡Él no era la excepción!
Causa de su muerte:
Varias fueron las causas de su muerte. Las más probables eran el shock hipovolémico (falta de sangre), asfixias, la deshidratación, arritmias inducidas por el stress, congestionamiento del corazón con líquido en el pericardio y en la pleura; a esto se añaden fallas cardiorrespiratorias.
Sin embargo, lo importante del caso no es determinar con precisión patológica la causa de la muerte de Jesús, sino las condiciones en las cuales murió, por quién murió y cuál fue el costo de su muerte.
El juicio de Dios sobre Jesús
Después de haber pasado por el juicio de los hombres y el maltrato físico por las trompadas, las flagelaciones y la corona de espinas, causando hinchazones y hematomas, desfigurando su rostro, demacrando su parecer hasta el punto que causaba terror a la gente cuando iban a verlo en la cruz (los que lo veían, apartaban el rostro a causa del asombro por su parecer desfigurado); Dios lo abandonó totalmente en la cruz, el cielo se oscureció como señal del repudio de Dios al ver a Su Hijo en la condición que estaba por haber puesto sobre Él la maldición que incluye la muerte, la enfermedad, la miseria; producto del pecado que cayó sobre Él.
Luego desciende a los infiernos tres días y tres noches a ocupar nuestro lugar, de donde Dios lo levantó.
E-mail: meejesussoberano77@hotmail.com /www.reformafm.net
Busca los estudios en videos del Maestro: José N. Briceño A. por YOU TUBE
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