La obediencia es una de las actitudes más difíciles del ser humano, porque está en proporción directa a la entrega de la voluntad.
La obediencia es la actitud de renunciar totalmente a nosotros, para que en nosotros se cumpla la voluntad de Dios y eso es producto de un quebrantamiento.
¿Qué es un Quebrantamiento?
El quebrantamiento: Es quitar Dios la autosuficiencia de los hombres para que éstos a su vez comiencen a depender de Dios.
El quebrantamiento: Es la destrucción del egocentrismo, de tus planes, propósitos, proyectos, ambiciones, incluso de tus propios esfuerzos.
El quebrantamiento: Es el acto de desmoronarte, segmentarte, desarmarte, inutilizarte a fin de que todo tu ser pueda morir y Cristo pueda vivir en ti. Gálatas 2:20. Eclesiastés 10:2.
Alguien dijo que en el mundo secular o físico cuando las cosas se quiebran, se rompen, se parten, se resquebrajan, pierden su valor. En el mundo espiritual las cosas son diferentes, porque mientras más nos rompamos, nos resquebrajemos, y nos quebrantemos delante de la presencia de Dios más valemos para Él, porque tal acción nos conduce a la obediencia.
Dios tiene que hacernos entender que somos vasos, instrumentos, canales por donde Él lleva a cabo su obra.
Dios no está interesado en lo que hacemos por Él, sino en que hagamos lo que Él nos mandó a hacer, porque en esto está incluida su voluntad y mi obediencia.
Podemos estar haciendo la obra de Dios y desagradar a Dios, porque lo que a Él le agrada no es que yo haga su obra, sino su voluntad.
Tuve una experiencia con Dios después de haber leído uno de los libros del conocido predicador Smith Wigglesworth. En mi oración le dije a Dios que quería hacer cosas grandes para Él, y Dios me contestó:
“José, si quieres hacer cosas grandes para mí, ten presente que lo más grande que tú puedes hacer para mí, es hacer lo que te mando a hacer, porque lo grande no está en hacer, sino en obedecer”
Entonces pude entender por el Espíritu lo que Samuel le quiso decir al Rey Saúl cuando le expresó: ”Se agrada más Jehová de la obediencia que de los muchos sacrificios y el que se le preste atención a su palabra que la grosura de muchos carneros”. Lo importante no es hacer la obra de Dios sino su voluntad. Podemos estar haciendo cosas buenas y desagradar a Dios, porque a Dios no le agrada nada de lo que tú hagas así sea bueno, si Él no te lo mandó a hacer.
Cuando enseño lo que es tentación explico que tentación no es sólo lo malo que Satanás te presenta, sino todo aquello que él te presenta sea malo o sea bueno con el fin de sacarte de la voluntad de Dios, por eso lo importante no es hacer la obra de Dios, sino hacer la voluntad de Dios.
Satanás puede usar la obra de Dios para sacarte de la voluntad de Dios y en esto está el engaño, cuando analizamos a Satanás como engañador describimos que, el engaño es: La sutileza que Satanás tiene para presentarte una gran mentira como también una gran verdad para sacarte de la voluntad de Dios. Satanás es tan sutil para engañar que utilizó la palabra de Dios para presentar una tentación, lo hizo con Jesús, su objetivo era sacarlo de la voluntad de Dios utilizando la verdad (la palabra).
Por eso debemos estar claros con lo que estamos haciendo como Ministros. Si lo que estamos emprendiendo es ordenado por Dios, o es un instinto de nuestra voluntad, o una oportunidad que se nos presentó.
Jesús dijo en Lucas 17:10, que si hacemos lo que Dios nos mandó a hacer somos siervos inútiles, cómo será si no hacemos lo que Dios nos mandó a hacer o si hacemos lo que no nos mandó hacer.
Alguien dijo que si pasamos más tiempo con el Señor de la obra seremos más eficaces en la obra del Señor. Muchas veces entramos en un afán por la obra como producto de la preocupación, y nos olvidamos del Señor de la obra. Dios me dijo un día que no me preocupara por su obra, que me ocupara de su obra, y la ocupación está en hacer exactamente lo que Él nos manda hacer.
Concluyo con un testimonio que escuché de Ronald Chor. En una ocasión Ronald le dijo a Dios que él deseaba tener algo que nunca haya sido de él, él dijo “si te doy mis pantalones ya son de tu propiedad, tu hiciste la materia prima, si te doy mi carro por igual, ¿qué te puedo dar que no haya sido de tu propiedad?, y oyó la voz de Dios que le dijo: “Ronald hay una sola cosa que es de tu propiedad, que te entregué en el Huerto del Edén y que viene siendo mío cuando tú me la cedes. Y es tu voluntad”
Nosotros podemos hacer con nuestra voluntad lo que queramos, podemos obedecer o desobedecer, las mismas actitudes podía tomar Jesús pero Él tomó la mejor, entregar su voluntad que implica obediencia, hasta el punto que en Hebreos 5:7:8 dice que “aprendió la obediencia”. que a pesar del “Gran clamor y lágrimas” era necesario que padeciera a fin de aprender por experiencia, toda la amplitud de la obediencia.
Jesús en la plenitud del Verbo sabía lo que era la obediencia pero no sabía lo que era obedecer, Jesús conoció la obediencia en forma práctica cuando vino al mundo en calidad de hombre, como verbo no tenía a quién someterse, pero cuando este verbo se hizo carne, empezó a experimentar lo que era la obediencia. Getsemaní, fue un momento tan decisivo para Jesús, para tomar tal actitud (Obediencia), solamente allí fue donde Jesús pudo conocer y aprender en toda su extensión, plenitud y amplitud lo que era la obediencia y lo que implica obedecer.
Debemos tomar las mismas actitudes de Jesús, vivir en obediencia, y que se pueda dar en nosotros lo que dice Filipenses 2:5. “Que haya en nosotros el mismo sentir que hubo también en Cristo”, que a pesar del sufrimiento y la agonía entregó su voluntad al Padre.
Nuestra voluntad debe estar en total entrega a Dios cueste lo que nos cueste, no importa lo que tengamos que perder o a qué tengamos que renunciar, o a qué tengamos que negarnos.
Debemos aprender de Jesús que tenía una voluntad muy propia aparte la del Padre, pero él dijo “Que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Él dejó de hacer lo que podía hacer en su propia voluntad para hacer la voluntad de Dios. Nosotros tenemos dos opciones: Obedecer o Desobedecer, tomemos la mejor opción. La obediencia.
Tomemos en cuenta que la desgracia más grande que sucedió en el mundo vino como producto de la desobediencia, pero la dicha y gracia más grande que ha sucedido en la humanidad es producto de la obediencia de un hombre, (Filipenses 2:5-11). Cuando vivimos en obediencia evitamos caer en desgracia.
Hay dos tipos de obediencia y dos formas de obedecer. Paso a definir cada una de ellas.
Los dos tipos de obediencia son: obediencia por persuasión, y obediencia por opresión.
TIPOS DE OBEDIENCIA
Obediencia por Persuasión.
Persuadir del griego que en el ámbito positivo significa enamorarte induciendo un cambio en la manera de pensar en contraste a la desobediencia, cambiando la razón llevándote a una consideración moral. El persuadir en relación a Dios es el acto de enamorarte para ganarse tu voluntad. Dios persuade en amor. Hechos 21:14.
“… ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. 28Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano…” Hechos 26:27.28
El persuadir está muy lejos y en total contraste con la manipulación, la intimidación y el control. Estos son factores que rompen con el principio de Santidad, y a su vez son aéreas en las que se mueve el ocultismo. De Dios procede es el persuadir, Él persuade en amor.
Obediencia por opresión.
El oprimir está muy relacionado al controlar que indica intervenir, dirigir, dominar.
El control es el acto de intervenir, dirigir, dominar la voluntad y los deseos de una persona sobrellevándolo y sometiéndolo a hacer algo en contra de su voluntad.
El control en relación a la opresión es algo semejante a la adicción, que te conduce hacer algo en contra de la voluntad causando remordimiento.
La obediencia en relación a Dios en forma opresiva está muy lejos de su carácter. Un gran porcentaje de los creyentes viven en santidad cohibiéndose del pecado por temor de ir al infierno, o de perder el cielo. Indica que si no hubiera cielo y no existiera el infierno no hay razones que los mantenga en santidad. Los que lo mantienen en santidad es lo intimidados que se siente por causa de lo que van a perder. El intimidar en relación a la obediencia es el acto de infundir miedo sometiendo y manteniendo a una persona atada a una santidad que no nace de sus mejores deseos y motivaciones. Lo duro del caso es, que Cristo nos hizo libre y nosotros como Ministros atamos y hacemos esclavos a nuestros feligreses a una sentida forzada que está en contra del carácter de Dios y en parte de una voluntad intrínseca.
Cuando nosotros como Ministros del Evangelio no le damos a nuestros feligreses razones que sean contundentes, absolutas, y lógicas que vayan acorde con la verdad y el carácter de Dios, los estamos conduciendo a una obediencia por opresión, llevándolos a una santidad fingida.
La mejor forma de probar la fidelidad de un creyente es decirle que la salvación en relación a la vida eterna no se pierde. Si éste después de tener dicha información entra en el terreno del libertinaje simple y llanamente está manifestando lo que siempre ha tenido en su corazón y lo que siempre ha querido hacer. De estas acciones negativas podemos deducir dos grandes verdades, o no a nacido de nuevo, o no tiene ni la menor idea de lo que es el ser trasladado del reino de las tinieblas al Reino de la Luz. El persistir en el pecado después de ser libre de su condición, es no tener conciencia ni mentalidad de Reino.
“…el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” Colosenses 1:13.14.
Pablo dice que los que han entendido estas verdades en relación al Reino de Dios y su propósito implícito en el traslado que tuvimos por gracia, no tomara la libertad en la gracia para el pecado.
“Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne,…” Gálatas 5:13.
“Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?...” Romanos 6:1.2.
“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.” Romanos 6:12.14.
FORMAS DE OBEDESER.
Obediencia Por resignación. Este tipo de obediencia es la que no se hace bajo un estado de sumisión y sujeción. La resignación entre otras cosa es una aceptación no meramente gustosa. Para mayor comprensión daré los conceptos de sumisión y sujeción.
Sumisión: Tiene que ver con el deleite que se tiene para ceder la voluntad y entrar en sujeción y caminar en obediencia. Es decir: la sumisión es la virtud interna, que produce placer y delicia en los buenos deseos que nacen de lo interior del ser, y que le conduce a la sujeción, tomando una actitud de obediencia.
Sujeción: Es el acto externo que se da en forma pasiva y que se manifiesta en forma activa cuando se actúa en obediencia. Es tanta la diferencia entre sumisión y sujeción, que puedes estar en sujeción y moverte en obediencia sin estar en sumisión, y a este acto se le denominaría obediencia por resignación. De esto dan testimonio las Escrituras.
“Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre” Lucas 10:17. Las Escrituras dicen que los demonios creen y tiemblan pero no son obedientes por naturaleza, ni se complacen de ella.
“Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan…” Santiago 2:19.
Cuando estás en sumisión y en sujeción y pasas a la obediencia, a este acto se le llama obediencia por contentamiento. Debemos aprender a vivir en sumisión, para caminar en sujeción, y estar en obediencia.
Obediencia por contentamiento. La obediencia por contentamiento se hace en total deleite, en la más grande sumisión, sujeción, y humillación; con un espíritu quebrantado dispuesto a la más grande entrega con el fin de agradar a quien demanda una obediencia.
Para entrar en la obediencia por persuasión y por contentamiento se deben tener razones que me llevaran a vivir y estar en una santidad genuina agradable a Dios. A continuación voy a transcribir cada una de ellas.
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