REFLEXIONES.
DEL DR. MAESTRO: JOSE N. BRICEÑO A.
TEMA: RAZONES PARA VIVIR EN FE. # 7
e) La fe está entre las armas que Dios le dio al creyente y es la de mayor utilidad. Es vital para las demás armas y de ella dependen las funciones de las otras.
Cuando analizamos el capítulo seis de la carta que el apóstol Pablo escribe a los Efesios -haciéndoles referencia a las armas-, en el aspecto gramatical nos podemos dar cuenta que de la fe depende las funciones de las demás armas, y esto se puede entender tomando en cuenta el término “Sobre todo”. Esto indica que no hacer de la fe un estilo de vida, es vivir desprovisto de la fe como arma, y a su vez, es neutralizar las funciones de las demás.
“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe…”. (Efesios 6:13.16)
f) Vivir en fe es hacer de Dios la única fuente de provisión, y esto indica darle a Dios la preeminencia.
Darle a Dios el primer lugar en nuestras vidas es la máxima expresión de fe que podamos tener ante Su presencia. En nuestra vida de fe, Dios debe ocupar el primer lugar. En oportunidades acudimos a Dios cuando hemos agotado todos los recursos y no vemos resultados; y Él, por misericordia, nos atiende y nos auxilia. Esto se dio en el caso de la mujer del flujo de sangre, que por ignorar y no conocer a Jesús, se desvió de la fuente y buscó otras opciones que le llevaron a gastar todo lo que tenía, al ver el fracaso, como última instancia, acudió a Jesús. En nuestro caso es muy diferente, nosotros tenemos a Jesús, conocemos a Dios, somos templo del Espíritu Santo, entonces ¿por qué dejar a la Deidad en segundo lugar o como última opción?
“Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote”. (Marcos 5:25.29).
Debemos conocer claramente la diferencia que existe entre la fuente y el medio:
La Fuente es de donde proceden todos nuestros recursos, es lo que suple y cubre todas nuestras necesidades.
La Fuente es de donde emanan las cosas, es de donde se deriva todo lo creado, y de donde proviene toda la existencia. Es la misma sustancia.
La Fuente es lo absoluto, lo verdadero, lo que no cambia, no mengua, no falla, no se devalúa, lo inefable, lo ilimitado, es lo que se mantiene en sí mismo, es lo independiente y autosuficiente.
Si estas verdades las llevamos a nuestras creencias, nuestra fuente es, y debería ser, Dios. Nadie debe ocupar su lugar.
El Medio es el elemento o canal que Dios usa para bendecirnos, y que está sujeto a cambios. En naturaleza, es todo lo contrario a la fuente.
Jesús en una de sus enseñanzas ilustró y mantuvo esta verdad, exhortando y reprendiendo a sus discípulos acerca del afán y la ansiedad, porque con dichas acciones estaban negando en lo absoluto el que ellos estuvieran haciendo de Dios su única fuente. El término “Afán” que aparece en el pasaje que a continuación vamos a estudiar, proviene del griego “Merimnao” que indica: ansioso, perturbado, congojado; que en su más amplio mensaje encierra: extremadamente preocupado.
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán…” (Mateo 6:25.34)
Debemos observar que el término: “Hombres de poca fe” que aparece en el pasaje, está antes y después del término “No os afanéis”, indicando la fuerte reprensión que Jesús hace a sus discípulos por el afán; y a su vez demostrando el contraste excesivo que hay entre la fe y el afán.
Lo otro que debemos tomar en cuenta es, que lo expresado por Jesús cuando dijo: “Porque los gentiles buscan todas estas cosas”, está en total contraste a lo que un participante del Reino debería hacer. Toda persona aliada al Reino debería buscar primeramente los beneficios del Reino, y entender por fe, que todas las demás cosas le vendrán por añadidura, porque él es parte del Reino.
Otra observación es que el término “gentiles”, en su mayoría se utiliza en las Escrituras para hacer referencia a los paganos e incrédulos perversos, gente que estaba ajena al Reino, que no tenían relación con El, ni tienen su mentalidad en el Reino de Dios. El mensaje y la reprensión de Jesús a sus discípulos está, en que como miembros del Reino, no deberían dejarse dominar por el afán, sino deberíamos en una actitud de fe ocuparse del Reino.
Entre las inclinaciones más comunes que asedian a los seres humanos está el afán, que consiste en un estado de agitación y perturbación de la mente que no encuentra reposo y que se constituye en una fuente de todo tipo de duda, incredulidad y ansiedad, y temor.
En la interrogante que Jesús hizo cuando expresó: “¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestir?”, en escala de valores quiso dar a entender que todas las cosas que Dios creó, las hizo por causa del hombre, no hizo al hombre por causa de las cosas. Dios no hizo Adán en un desierto y después le hizo la provisión. Dios hizo la provisión pensando en el hombre, indicando que para Dios el hombre es de mayor valor que las demás cosas creadas. El hombre es la corona de la creación.
Cuando nos centramos en esta verdad que está implícita en el mensaje de Jesús, no hay lugar para el afán. Entenderemos que por la fe, podemos descansar en el cuidado de Dios que es nuestra fuente. El Apóstol Pedro entendió esta verdad y lo dejó plasmado en las Escrituras cuando dijo: “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros”. 1ª Pedro 5:7.
El Rey David hizo de Dios su fuente. A pesar de que estaba en una dispensación diferente a la nuestra y en una posición espiritual caída, con toda seguridad, en una mentalidad de Reino, expresó: “Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Salmo 37:25). Aprendamos esta verdad y nunca renunciemos a ella: No le demos a Dios el segundo lugar, no lo tengamos como nuestra segunda opción. Él, como la fuente, debe ser nuestra única opción.
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