MINISTERIO INTERNACIONAL DE LA ENSEÑANZA Y LA EVANGELIZACIÓN.
" JESÚS SOBERANO SEÑOR"
DR. MAESTRO: JOSÉ N. BRICEÑO A.
RAZONES DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO.
Cuando
estudiamos las características de un mediador, del griego “Mesites”, podemos entender cuál fue la causa o la razón para que
se diera la encarnación.
El término
mediador es aplicable a uno que va “entre”, se usa en el Nuevo Testamento, aplicado a uno que media entre dos partes con
vistas a conseguir paz. 1ª Timoteo 2:5.6.
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador
entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en
rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.”
El término
mediador, es aplicable a aquel que poseyendo la naturaleza y propiedades de
aquél ante quien él actúa (Dios), y que asimismo participara de la naturaleza
de aquellos a favor de los que él actúa (el hombre). Sólo poseyendo la deidad y la humanidad,
podría él abarcar las demandas de uno y las necesidades del otro.
Además, las
demandas y las necesidades podrían hallar su satisfacción sólo en aquél que
siendo él mismo sin pecado se ofreciera a sí mismo como sacrificio a favor de
los pecadores, llevando el pecado de ellos.
La
encarnación de la deidad con la humanidad trajo como provisión un sustituto que
representaría a ambas partes, perfectamente como Dios y como perfecto hombre,
para representar a Dios delante de los hombres y a los hombres ante Dios, y así
conciliar ambas partes como sumo pontífice entre Dios y el hombre. La
encarnación era la única solución al problema del hombre. La divinidad y la
humanidad se unieron perfectamente en la persona de Jesucristo, para pagar la
deuda demandada por el Tribunal Supremo Celestial, donde había un acta de
decretos en contra del hombre, la cual él no podía pagar.
Dios se
manifestó en carne en la persona del Verbo, para representar al hombre ante él
mismo y poder legalmente dar al hombre de su naturaleza divina y liberarlo de
la esclavitud satánica. Solamente un ser que surgiera de la unión de las dos
naturalezas (divina y humana) llamado teológicamente el theantropus que es el
Dios-hombre, podía satisfacer la demanda de la justicia celestial y al mismo
tiempo enfrentar al diablo al sistema del mundo en condición de hombre, pero
sin pecar.
En la
encarnación del Verbo con la humanidad estriba o radica la esencia de la
redención del hombre. Si Jesús no es
Dios encarnado entonces su sacrificio y muerte no tienen ningún valor o efecto
en cuanto a la salvación y redención del hombre, ya que si Él fue sólo hombre y
no Dios-hombre, su sacrificio queda anulado y sin valor alguno, porque era
necesario que el precio fuese pagado por un hombre perfecto sin pecado, sin
manchas, sin ser de generación natural o engendrado por el hombre, ya que todos
los hombres estaban bajo el dominio de satanás.
“Por
cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos
3:23).
Sólo el
Dios-hombre podría cumplir las demandas del tribunal supremo celestial, era
imprescindible que quien muriera por el hombre sacrificando su vida tuviese la
naturaleza divina y la humana simultáneamente para poder representar ambas
partes perfectamente. Era necesario que
Dios mismo pagara el precio, sólo Dios mismo podía hacer esto satisfacer su
propia demanda nadie más lo podría hacer. Esta es una verdad que presenta Pablo
en la carta que escribió a los corintios.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de
Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo,…” (2 ª Corintios 5:18.19)
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