REFLEXIONES POR EL DR. MAESTRO: JOSE N. BRICEÑO A.
Alguien dijo, que quien se encargó de sacar a Dios de los hogares y llevarlo a los templos fue la religión. Dios habitó en el primer hogar que el formó en el edén (Adán y Eva), las pascuas se celebraban por familias en las casas, Josué dijo: yo y mi casa serviremos a Jehová, la iglesia de los primeros cristianos nace en los hogares, Pablo se refirió a la congregación de los santos como la iglesia que está en tu casa.
El altar familias se ha ido perdiendo, ya nos acostumbramos a solo tener una supuesta vida devocional en tres horas de culto en la cual asistimos un día en la semana llamado domingo, y al llegar a nuestros hogares, nos olvidamos de todo lo que tenga que ver con Dios, hasta volvernos acordar de Él en el transcurso de siete días. La vida de oración, adoración, de comunión como familia ante el gran Yo Soy se perdió, nuestras múltiples ocupaciones y afanes de la vida, nos han hecho olvidar el rol y la responsabilidad que tenemos como sacerdotes en nuestros hogares.
Por primera vez en mi vida cristiana, e presenciado el como los altares familiares han vuelto en los hogares que en su mayoría habían perdido estas prácticas, pero lo lamentable es, que quien hizo posible esta determinación, es la intimidación, el temor, la inseguridad, el desasosiego, la incertidumbre; en la cual hemos caído por causa de esta tragedia llamada coronavirus, que ha invadido a una gran parte de nuestro planeta.
Es doloroso decirlo, que esta búsqueda que a emanado en un gran numero de hijos de Dios que no lo hacían en su vivencia, no se dio por la necesidad que tiene una criatura por su creador. Que esta búsqueda, no se dio por el más grande amor, anhelo, honra, agradecimiento; que debemos tener hacia nuestro Padre Celestial.
Cuando es una tragedia, la adversidad, o una mala circunstancia; lo que nos lleva a la búsqueda del Eterno, es hacerlo bajo intimidación y eso no son los mejores motivos. A Dios no se le busca por reprensión, ni por retribución, sino por reconocimiento. Lo lógico del caso es, que la adversidad no sea lo que nos conduzca a la oración o intimar con nuestro Padre celestial, sino que cuando ella llegue nos consiga orando, firmes, en fe, inconmovibles; habitando en la presencia de Dios.
De un limón Dios hizo una limonada, esta mala circunstancia que vino del mismo infierno, ha servido, por una parte, para probar el corazón de quienes verdaderamente aman y sienten la necesidad y su dependencia de Dios, y por esa causa habitan ante su presencia, y no son los que visitan en casos fortuitos, y efímeros, dependiendo de las malas circunstancias. Todo esto va a pasar, Dios nos librara por misericordia manifestando su gracia, y vendrá en su oportuno socorro, pero una vez que esto pase, que nos quede como reflexión, y como vivencia la necesidad que se tiene del altar familiar.
Y por otro lado a cérvido, para volver la fe de tantas gentes escépticas, incrédulas, arrogantes, soberbios, prepotentes, autosuficientes; de los más grandes magnates, aun de los que representan la ciencia, que al verse desprovisto de recursos en contra de este flagelo viral, no les queda más que reconocer que solo un ser Omnipotente en su misericordia puede librarlos de ella.
Alabo a mi Padre Celestial por su Soberanía, su amor incomparable, que en medio de este gran mal que está azotando al mundo, Él se manifiesta, presentando el más grande y absoluto recurso que nos librará de esta maldición, el cual lleva por nombre, nuestro Señor Jesucristo. /// Bendiciones ///


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